jueves, 9 de junio de 2011

Tu cuerpo entre mis brazos.

No te oí llegar, estaba de espaldas, pensando en todo y en nada. Me abrazaste mientras me susurrabas al oído, sentí un escalofrío que me recorrió de punta a punta, haciéndome temblar. Llevaba mucho tiempo esperando ese momento, no me creí que hubiera llegado, aún no me lo creo. Un fino pañuelo me tapo la vista, mi corazón latía desenfrenado. El contacto con tu piel me volvió loca, tus palabras me hechizaron, mi respiración se cortaba. Despacio me desnudabas. Estaba paralizada, no por miedo ni vergüenza, simplemente no podía creérmelo. Me tiraste sobre la cama mientras me atabas y despacio recorrías mi cuerpo, primero con besos, después con la lengua, estaba volviéndome loca, quería tocarte, besarte, verte pero no podía. Subías y bajabas lentamente, tu respiración en mi oído, mis jadeos en el tuyo. Me quitaste el pañuelo, también la venda. Nunca había visto tanta belleza junta, nunca había sentido algo así, nos hicimos uno, pasaron horas que solo parecieron minutos, tu cuerpo entre mis brazos, el mío entre los tuyos.

Dijiste que fue maravilloso, lo fue, por lo menos para mí, porque pronto fuiste a buscar el sabor de otra, ahora estarás enredado en sus brazos, devorándola poco a poco, no me importa, para nada. Tal vez no soy capaz de distinguir entre sexo y amor, pero te dí lo mejor de mí, y eso no te lo dará ella, y tampoco la siguiente.

Tal vez, la marca de tu piel en la mía se quede mucho tiempo, tus besos y caricias se guarden en mi cabeza para siempre. Tal vez, solo me excite pensando en el sonido de tu voz el resto de mi vida, tal vez, cada momento de intimidad este gobernado por tu recuerdo.

Pero sinceramente, no cambiaría una sola de esas horas por nada.

1 comentario: