Yasmin estaba acurrucada en el fondo del sillón, llevaba ya media hora pensando en como podría empezar su redacción. Yasmin era soñadora, soñadora las veinticuatro horas del día. Le gustaba andar descalza por su casa, adoraba los días de lluvia, y las horas que se pasaba en su ventana apoyada, observando maravillada las gotas que se desprendían ágiles de las nubes y caían precisas y rápidas fundiéndose con el negro asfalto. Para ella, aquello era todo un espectáculo. Le gustaba fijarse en los pequeños detalles, en las cosas que los demás suelen pasar por alto. Después de ver una persona durante diez segundos, era capaz de decirte como iba vestida, su estado de ánimo e incluso si era fuerte o frágil. En cambio, odiaba levantarse una mañana y no acordarse de su sueño. No le gustaban los grumos que se formaban en sus cereales. Le desesperaba cantar una canción con todas sus ganas, y en mitad del párrafo equivocarse. Yasmin adoraba que todo estuviese controlado, las reglas, y odiaba que algo rompiera sus esquemas. Quizá por eso no acabó su redacción, porque a Yasmin tampoco le gustaban las historias con finales, prefería que las dejasen en el aire y así ella, escogía el perfecto para cada una que le contasen...
Chica de diecisiete años que no conoce la felicidad. Este es mi modo de escape, no pretendo gustarte, de hecho no le gusto a nadie, no estás obligado a leer, no estoy detrás de ti apuntándote con una pistola, si no te gusta te largas. Tal vez te sientas identificado, tal vez te sientas como yo, en tal caso: BIENVENIDO.
miércoles, 22 de diciembre de 2010
Historias sin final.
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Si es una soñadora sus finales serán felicees. Aunque en la reealidad esos no existan.
ResponderEliminarMe encanta tuu blog.